Harta
Straw

Hay momentos en la vida que no se anuncian, no avisan, no dan tregua. Simplemente llegan y desatan todo lo que durante años se ha contenido. Esta es la historia de una madre soltera, trabajadora incansable, que durante mucho tiempo sostuvo lo insostenible… hasta que un solo día bastó para que todo se viniera abajo.
El día comienza como cualquier otro. Levantarse antes del amanecer, preparar el desayuno, asegurarse de que su hijo esté listo para ir al colegio, correr al trabajo. Una rutina agotadora, pero habitual. Sin embargo, ese día, cada detalle —que normalmente logra sortear con esfuerzo— empieza a fallar. El transporte público no llega. El jefe exige más de lo razonable. Un imprevisto escolar. Una llamada del banco. La presión sube, minuto a minuto.
Lo que para otros podría parecer solo una “mala jornada”, para ella es el colapso de años de aguantar en silencio. Porque no es solo ese día: es el peso de miles de días anteriores. Días en los que nadie preguntó cómo estaba, en los que no pudo enfermarse, en los que tuvo que elegir entre pagar el alquiler o comprar zapatos nuevos para su hijo. Días en los que aprendió a vivir con el miedo y la culpa como compañeras constantes.
